Esta semana he experimentado nuevamente ese sentimiento de desprotección que hacía tiempo no vivía en mi país. Al menos, no lo había sentido como esta semana. Todo este proceso vivido a propósito de la aprobación del proyecto de Hidroaysen me produjo ese escalofrío, al tomar conciencia de los valores que gobiernan nuestro país, tan alabado en otros países de América Latina. Lo he podido comprobar personalmente en mis viajes, y darme cuenta de lo mucho que se habla de la estabilidad económica de Chile en otros lugares. Lo que no se sabe es el costo que ese está pagando por ese “desarrollo”.
Me resistí por algunos días a escribir algo sobre el tema en esta página, sin embargo finalmente no pude resistirlo. Cómo quedarse en silencio al ser testigos del posible saqueo de nuestro patrimonio de flora y fauna del sur de nuestro país. Un paraíso maravilloso de vida natural.
Los argumentos esgrimidos para semejante intervención natural, pero sobre todo la forma en que se ha tomado la decisión de aprobar esta etapa del proyecto me parece casi imposible de creer. Es casi imposible dar credibilidad el endiosamiento al que pueden llegar a asumir los gobiernos para concretar sus planes empresariales.
Lo que más me cuesta entender a estas alturas, es cómo, habiendo sido testigos hace tan poco de las repercusiones que han tenido las centrales atómicas en Japón, ni siquiera nos tomemos en serio la necesidad de dialogar las alternativas posibles. No es que esté comparando una central nuclear con una hidroeléctrica. Lo que estoy diciendo es que estas decisiones que nos afectan a todos no pueden ser tomadas unilateralmente por una comisión integrada totalmente por personas del mismo gobierno. Todo parece indicar que nuestro país sigue la senda de ese anhelado desarrollo de los grandes países ricos. Dios nos ayude entonces, porque ya conocemos los costos que esto implicará para el medio ambiente nacional.
La sensación de desprotección que estamos experimentando en Chile en estos días se parece mucho a la de aquellas épocas de dictaduras en América Latina. La diferencia es que el nuevo dictador en esta época se llama dinero, el dios dinero, donde sus dedicados sacerdotes, los empresarios, dirigidos por el gobierno de turno, hacen tan bien su trabajo comunicacional, que no me sorprendería que la gran mayoría de chilenos, finalmente caiga presa de las pobres promesas de rebaja en las cuentas de luz. No debemos olvidar del increíble despliegue periodístico de las últimas jornadas críticas en Chile, como lo fueron el rescate de los 33 y el terremoto, donde no se escatimaron recursos para montar esos shows mediáticos.
La humorística frase del Chapulín Colorado vino a mi mente en estos días de sentimientos de impotencia: “Oooh, y ahora ¿quién podrá defendernos?”. Me parece que vivimos en una época donde el silencio nos hace cómplices de estas maquinaciones del poder. Por eso hago un llamado a todos nuestros compatriotas y a todos aquellos en otros países hermanos que nos observan, a “resistir”, usando el concepto de Sábato. Los invito a alzar la voz, a negarse a servir a los intereses económicos idolátricos del sistema. Desde la trinchera de nuestra fe los invito a resistir. Nos con piedras, ni palos, ni ninguna otra forma de violencia. Los invito desde el sermón de la montaña, a oponernos a la opresión por medio de la Paz. No esa paz de los indiferentes, no la paz de los apáticos. Los invito, desde la mirada de Las Escrituras, donde se nos ha dejado a cada uno de nosotros como responsables y mayordomos de esta Creación de Dios, de esta obra de arte de Dios. Dios nos ayude, como cristianos a alzar la voz y a no esconder la cabeza como muchas veces lo hemos hecho, frente a situaciones de injusticia.
Escribir comentario
Valeria (domingo, 20 noviembre 2011 12:31)
Buenísima reflexión... estuve ayer en el taller de pre_Cima Valdivia, sus palabras fueron de mucha bendición Un abrazo, Hermano.. Desde Osorno, Valeria Montecinos :)