El rol pastoral en una sociedad desencantada

Leonardo Alvarez Castro

Gracias a la coordinación de nuestro querido amigo pastor Pablo Rivera[1], tuve el privilegio de participar en 6 eventos de reflexión y música en la ciudad de Valdivia. Cinco de esas actividades consistieron en encuentros de diálogo con grupos pequeños de jóvenes de diferentes denominaciones evangélicas de Valdivia. En lo personal, debo decir que el trabajo que Pablo ha estado realizando con estos diferentes grupos es digno de destacar. Lo que me resulta cada vez más significativo es el tremendo poder de reflexión y acción que tienen estos pequeños grupos de amigos, que se juntan con la única pretensión de ser comunidad al alero de la Palabra de Dios. El dinamismo, fervor e inquietud de los participantes en cada grupo de reflexión fue para mí de tremenda inspiración. No puedo menos que pensar que Dios está haciendo algo único y especial a través de estos grupos subversivos de la fe. Una subversión que no tiene nada que ver con violencia alguna, sino con esa disposición a dejar que el misterio de la Vida de Cristo los guíe por los caminos del servicio y compromiso con el Reinado de Dios. Hay una tremenda disposición a renunciar al deseo de control de las grandes estructuras institucionales religiosas. Me pregunto si no será esta una alternativa para el notable desencanto generalizado hacia la iglesia institucionalizada de esta época.

Mi mente fácilmente vuela en este momento a aquel maravilloso tiempo de la naciente iglesia en el libro de Los Hechos, en la Biblia. Esa era una iglesia subversiva, ya que no se sometía a ningún programa futuro establecido. Las “autoridades eclesiásticas” no cumplían un rol piramidal y de control, sino de discernimiento y continua alerta a los cambios que el Espíritu de Dios hacía cada día en el devenir de la comunidad cristiana en sus diferentes contextos. Era una iglesia subversiva porque el Espíritu que los guiaba era subversivo. No había tiempo ni deseo para construir grandes proyectos misioneros de largo alcance, u otros similares donde se planificara el bien. Parece ser que cada vez que el bien tiende a planificarse corre el peligro de institucionalizarse fácilmente y terminar por adueñarse del poder por medio del control.

Me pregunto cuál será el rol pastoral que debemos cumplir en esta época. Lo cierto es que la realidad de este tiempo no se diferencia mucho del contexto de Jesús. Se dice en los Evangelios (Marco 6 y 8) que las multitudes lo seguían y que Jesús tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas sin pastor. Qué triste es comprobar que las multitudes siguen desamparadas y hambrientas en estos días, donde la mayoría de los líderes religiosos, de las más variadas tradiciones eclesiásticas, están más preocupados de hacer proselitismo, tratando de llevar nuevos “conversos” a sus filas. Las multitudes siguen siendo en estos días la meta de muchos políticos y religiosos que ven en ellos una oportunidad estadística para obtener beneficios propios.

 

Por otro lado, cuando me encuentro con esa clase de pastores anónimos, que muchas veces son mirados con sospecha por sus prácticas poco ortodoxas, me embarga la esperanza de que podemos hacer realidad en Cristo una nueva alternativa de ser iglesia y del rol pastoral. Me refiero a aquellos pastores que han entendido que su labor es simplemente ser puentes y conectores de relaciones profundas, donde Jesucristo sea el Centro de todo. Necesitamos recuperar esa pastoral casi invisible, infiltrada en las realidades humanas. Que vea a los desamparados del alma con compasión, y que tiende a pasar inadvertido porque se viste y habla como los demás.

No cabe duda de que el rol de la iglesia de Cristo en estos días se encuentra íntimamente relacionado con el rol pastoral de esta época. Al respecto, no podemos menos que recordar el sentido neotestamentario más profundo de nuestra fe evangélica. Aquello que históricamente hemos llamado “El sacerdocio de todos los creyentes”. Bien podríamos contextualizarlo en estos días como “La pastoral de todos los creyentes”. Me parece que una pastoral al estilo de Jesús no puede conformarse con menos que buscar que cada uno de los integrantes de su comunidad se transforme en un pastor de su barrio o comunidad. Algunos dirán que eso no es posible. Otros dirán que eso le restaría autoridad a muchos pastores, y perderían el respecto de muchos de sus miembros. ¡Por Dios que así sea! Que el Señor permita que nos atrevamos a relativizar el rol pastoral ejercido desde el poder. Que Dios permite que volvamos a confundirnos entre el pueblo, el “laos”. Que por fin afrontemos ese conformismo del “laicado”[2] que no es otra cosa que una excusa para seguir manteniendo un clericalismo disfrazado. Todo comienza con arrepentimiento. Primero que nada debemos arrepentirnos de ese deseo de control. La iglesia pertenece a Cristo y solo el Espíritu de Dios debe dirigirla.

Nuestros tiempos pastorales en Valdivia, el fin de semana pasado, me dejó muchas nuevas inquietudes y preguntas. Fue un dialogo teológico desde la música. Fue participativo y muy íntimo. Que Dios bendiga a esta hermosa ciudad de Chile con nuevos “cristianos- pastores”. De esos que hacen de cada espacio comunitario un espacio de fe, de servicio, de solidaridad y amistad y tienen como centro a Jesucristo como Señor de la vida.



[1] Pablo Rivera es un pastor bautista en la ciudad de Valdivia, Región de los Ríos en Valdivia. Es considerado como un pastor no tradicional y muy cercano a la gente con la que trabaja. Es un comunicador y facilitador con un ministerio muy cercano a los jóvenes.

[2] En el lenguaje religioso, un laico (alguien del pueblo –de la raíz λαός –laós, 'pueblo'–) o seglar es aquel fiel que no es miembro del clero. El redescubrimiento del término 'laico' fue impulsado principalmente en el Concilio Vaticano II.

 

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