Hace algunos días aquí en Temuco, en el sur de Chile, tuvimos el privilegio de celebrar el regreso de un querido amigo; Ricardo Morales, junto a su esposa Elizabeth. Hacía más de un año que Ricardo había partido a República Dominicana, en busca de nuevos horizontes y ahora regresaba con muchas nuevas experiencias y con la increíble decisión del matrimonio. Un grupo de alrededor de 35 amigos nos organizamos para darle la bienvenida y fue algo realmente especial lo que vivimos junto a él. No he podido dejar de pensar en lo significativo de ese tiempo juntos. Es que no es poca cosa tener la experiencia de encontrarse con un grupo de amigos con quienes has tenido tanta riqueza de vivencias. Y entonces pensé: quizás sea bueno escribir alguna reflexión, simplemente porque pareciera que nuestra alma se nutre de momentos así y del tiempo que dediquemos a maximizar, aun las cosas más simples de esos eventos. Me imagino que cada uno de los presentes en el encuentro lo vivió a su manera, haciendo reminiscencias desde su propio contexto y realidad, y porque considero que momentos así están llenos de vitalidad y nos nutren el alma, he decidido escribir estas líneas.
Cuando la Vida nos une, algo pasa entre nosotros. Digo “Vida” con mayúscula, porque los que nos confesamos creyentes nos referimos a ella como persona, encarnada en Jesucristo, y no como algo abstracto. Sin embargo, puede haber entre nosotros algunos que aun se acercan a la vida desde la distancia como al misterio trascendente, tan difícil de alcanzar y por supuesto, respetamos cada mirada, teniendo conciencia que Dios nos ama por igual a todos.
La Vida se abre paso desde el misterio y la subversividad. Esta es una de las facetas de Dios que más me cautiva. Me refiero a esa parte de Dios indomable, indomesticable. La Vida es subversiva porque violenta nuestros planes y programas, nuestros esquemas, nuestras teologías e ideologías. Por eso solemos decir que ante la Vida solo es posible responder con adoración, porque al verdadero adorador solo le queda la opción de inclinarse, aunque no entienda, aunque no comprenda.
Cuando me detengo a mirar la vida de nuestros amigos Ricardo y Elizabeth, mi mente se deleita en la sorpresiva gracia de Dios que los llevó por caminos insospechados. ¿Quién lo hubiese imaginado de esta forma? o ¿cuántos de nosotros que estábamos ese día reunidos habíamos imaginado que nuestra vida tomaría el rumbo que ha tomado? Sin embargo, allí estábamos reunidos, mirando el pasado sin darnos cuenta, conectando los puntos que en otros momentos nos era imposible, simplemente porque lo que alcanzábamos a ver del futuro era tan poco. No cabe duda, hay algo dentro de nosotros que se resiste a perder el control y lo paradójico de esto, es que la única forma de vivir la vida en plenitud es perdiendo el control de ella y dejando que la Vida con mayúscula nos seduzca con sus amores.
La palabra humanidad y humildad vienen de la misma raíz hebrea en Génesis, humus. ¡Qué interesante es, que nuestra esencia como seres humanos está conectada a la tierra! De esa manera inclusive, podemos encontrar nuestra primera vocación humana. Sin embargo los problemas con la humanidad llegarían pronto, cuando los seres humanos olvidaron su identidad y la forma de relacionarse con la vida y comenzaron a construir sus grandes “proyectos” de trascendencia sin Dios y desde entonces, los seres humanos no han dejado de construir “Babeles”. Babel representa en todas las épocas una rebelión a la subversividad de la Vida. Se refiere a esa obsesión humana por mostrar algo que valide lo que somos. Ésta es la razón de que tantos edifiquen hoy algún tipo de construcción, sea literal o metafórica. Algo que indique que estuvimos allí y que nos de significado. Queramos reconocerlo o no, la vida no existe para nosotros sin significado y es precisamente porque Dios nos ha creado de esa manera.
Estamos a un paso del 2012 y la farándula intelectual se deleita en las proyecciones del fin del mundo. Por ahí escuché a alguno decir, que en realidad no es el fin del mundo sino más bien el fin de “un” mundo, del mundo tal y cómo lo conocemos. Tal parece que nuestra sociedad ha tomado conciencia de su hastío y sin sentido, a tal punto que añora un mundo distinto, aunque no saben qué clase de mundo pudiera ser. Quizá se piense que cualquier otra cosa es mejor que lo que tenemos o quizás ya no se pueda caer más bajo de lo que hemos caído, ¿quién lo sabe?... Lo cierto es que Babel ha llegado nuevamente a su límite como ocurrió hace miles de años atrás y como ha ocurrido muchas otras veces en la historia de la humanidad. Nuestra sociedad y su “Babel Tecnológico” se encuentra en la cúspide del mundo y los seres humanos nuevamente no se entienden entre sí. Hablamos el mismo idioma y aun así no nos comprendemos, como si por alguna misteriosa razón el lenguaje ya no fuera suficiente para comunicarnos. Es que hemos construido un edificio tal, compartimentado hasta lo inimaginable. Cada uno en su habitación enviando códigos indescifrables por la red, como un clamor desesperado por salir de la soledad más oscura. Pero no nos entendemos… quizá porque involucionamos y nos analfabetizamos del corazón. Quizá porque cada individuo tiene tantos proyectos que construir y comenzamos a competir con los proyectos de otros.
Frente a estas divagaciones y reflexiones alguno podría pensar que los cristianos y la Iglesia es una buena alternativa a este “modelo” babeliano de la vida. Quisiera con toda el alma creer que sí, sin embargo hay evidencias en todas partes del mundo que la iglesia ha sucumbido en sus más variadas formas a la seducción del poder y el control. ¡Cuánta sed de construir templos, programas y proyectos de toda clase! Y porque me considero parte de esa iglesia, digo “hemos” sucumbido ante el deseo de institucionalizar la Vida, porque a fin de cuentas, nos resistimos a nuestra identidad original, la de peregrinos en movimiento, conectados al humus, a la tierra. Hay algo dentro de nosotros que tiende a institucionalizar los procesos. Nos resistimos a tirar simplemente la semilla y dejar que el misterio de Dios haga su obra en el crecimiento. Nos hemos adueñado además de la semilla, del proceso y de los frutos. Esto, sin considerar aun, que cada vez que institucionalizamos los procesos, estamos remitiendo el servicio a unos cuantos profesionales y sacando la responsabilidad individual de cada uno de nosotros.
No obstante todo lo dicho sobre el rol de la iglesia en esta época ¿cuál es la evidencia más clara de una iglesia que ha sucumbido ante la filosofía de Babel? Me parece que la evidencia más clara es la pérdida de su “conciencia colectiva” y de sus “particularidades”. Dicho de esta forma, claramente suena a paradoja. Lo que estamos diciendo es que no solo nos falta conciencia colectiva, sino que también hemos perdido el arte del descubrimiento de nuestras particularidades, de esas cosas que nos hacen únicos. Es que una cosa depende de la otra. Muchos de nuestros programas y actividades como iglesia parecieran estar movidos por un deseo de colectividad, cuando en realidad lo único que se busca es el encuentro de nosotros mismos, exacerbado nuestros sentidos a través de distintos incentivos externos. Por otro lado, esta vertiginosa sociedad de mercado no tiene tiempo para el individuo, para conocer al otro, para hacer preguntas nuevas y esa es la razón por lo que terminamos masificando los procesos cada vez más y lo estadístico asume un rol muy asociado con el éxito y el poder. Finalmente terminamos en el mismo lugar donde comenzamos: sin conciencia colectiva, porque no pensamos en función de los otros y sin conciencia de nuestras particularidades, porque no hemos tenido tiempo para saber qué le pasa a los otros.
Un canto de esperanza…
Todo lo dicho hasta aquí suena indudablemente a desesperanza, pero no nos dejemos vencer tan fácilmente. No estamos diciendo nada nuevo en realidad. Como bien dice Eclesiastés, lo que está ocurriendo ya ha ocurrido en el pasado, “nada nuevo hay bajo el sol”. Para que la luz exprese su fulgor es necesaria la oscuridad. Por eso puedo pensar y sentir con esperanza.
Dentro de todos estos esquemas tecnocráticos que creamos y de los cuales nos hemos hecho esclavos, es posible comenzar a corroer pequeñas grietas en el sistema. Desde el humus de nuestra existencia, desde la humildad de nuestros pequeños actos hechos con amor, podemos alimentar en Cristo la esperanza. Desde los anónimos seres, invisibles, es que la Vida se abre paso. Desde la subversividad del Espíritu de Dios, ante el cual nos rendimos, es que comenzamos a nadar contra la corriente de este mundo, construyendo nuevas relaciones. Donde comenzamos a hacer las nuevas preguntas. Donde comenzamos a abrir pequeñas grietas que finalmente socavarán el sistema de Babel. Pero necesitamos tiempo para dedicarnos los unos a los otros. Necesitamos comenzar a escucharnos nuevamente. Precisamos volver al hogar. Precisamos volver a hablar nuevamente desde el corazón, dejando de ponernos a la defensiva. Dejar de esconder nuestras debilidades y fragilidades para descubrir que tenemos tanto en común. Que estamos heridos como los demás y necesitamos refugiarnos en los otros.
Aquí estamos, desorientados en el camino, anhelamos volver a casa, pero, como Hansel y Gretel, las aves comieron las miguitas que dejamos, para recordar el camino a casa. Quizás fuimos demasiado ingenuos al pensar que nuestras afiebradas búsquedas fuera del hogar, nos proveerían descanso a nuestra sed de trascendencia. Sin embargo, alguno pudiera seguir preguntando ¿dónde está nuestro hogar, nuestro refugio?
Una pista bíblica que puede ayudarnos, es el dialogo de Jesús con la mujer samaritana. Parece que esta dama tenía el mismo problema que nosotros, estaba confundida entre tantas propuestas litúrgicas institucionales. Ella plantea el cliché típico de los religiosos: “ustedes dicen”, “nosotros decimos”. Lo maravilloso es cómo Jesús responde desde el quiebre de paradigmas: “no es aquí ni es allá” sino que en “espíritu y en verdad”. Discúlpenme pero esta frase me suena a algo parecido a “hablar desde el corazón”. Hablar con sinceridad, sin miedo a ser descubierto. Hablar desde la verdad, desde el espíritu de las cosas, desde el fondo del alma. Eso es algo que precisamente solo puede hacer Dios por medio de su Espíritu Santo habitando en nosotros. Desde esta perspectiva, la mujer es desarmada para entrar en una nueva forma de relación. Entonces para ella el encuentro con Jesús comienza a tomar forma del hogar anhelado. Un nuevo pálpito, un nuevo florecer del alma percibe en su encuentro. El hogar dejó de tener para ella un significado ritual o geográfico. Por eso es que su profundo vacío no lo podían llenar los amantes que había tenido. El hogar anhelado podía ahora ser cualquier lugar donde fuese posible un encuentro genuino con otro ser humano. En ese momento un pozo bastaba y el agua sería el signo litúrgico de su búsqueda.
Nuestro amigo Ricardo Morales ha vuelto a su casa geográfica, aunque sea por unos cuantos días de vacaciones, pero lo mejor de todo, es que simplemente ha regresado a la casa del alma, donde están sus amigos reunidos celebrando su llegada. Aquel día de abrazos, de lágrimas, de reencuentros, fue nuestro hogar anhelado, un refugio para los cansados. En fin, fue nuestro templo, nuestra iglesia. Un “quincho” pequeño, adornado de blancos globos, donde volvimos a cantar las viejas y nuevas canciones. Pero Ricardo ha vuelto a casa con manos llenas, trae en su regazo su amada esposa. En lejanas tierras ha encontrado nuevos hogares y ¡qué feliz nos sentimos por ello! Porque aunque mil otros hogares encuentres, nunca olvides que en el sur del mundo, también tienes tu casa.
Te queremos amigo.
Leonardo Alvarez
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claudio Oliver (jueves, 05 enero 2012 04:09)
Lindo texto amigo.... que el 2012 nos permita un reencuentro...
Pablo Rivera (jueves, 05 enero 2012 13:25)
Un abrazo para los amigos.
Ricardo Morales (viernes, 06 enero 2012 07:38)
Cuanta vida hay en los reencuentros! Que sean muchos más y en distintos hogares!
Dios continue siempre a tu lado bendiciendo tu caminar amigo. Gracias por tus palabras llenas de vida.
Abrazo a los amigos!
Dafne (domingo, 08 enero 2012 18:44)
que hermosas tus palabras y lnas de Vida, rescato esas:
"Precisamos volver a hablar nuevamente desde el corazón, dejando de ponernos a la defensiva. Dejar de esconder nuestras debilidades y fragilidades para descubrir que tenemos tanto en común. Que estamos heridos como los demás y necesitamos refugiarnos en los otros. "
les quiero y les necesito, es hermosa la amistad que tenemos. Jesus abunde de su Vida en nosotros.
Elizabeth Aponte (sábado, 14 enero 2012 15:54)
Querido amigo, gracias por tus bellas palabras...para mi fue un tiempo muy especial...gracias por hacerme sentir en casa...fue un tiempo maravilloso el que pasamos en Chile con los amigos, la familia...de esto se trata la iglesia...
Nos vemos pronto....